Ámsterdam (I)

Ámsterdam, con sus preciosos canales, su original arquitectura y su política tolerante a TODO (drogas, prostitución, etc), sería nuestra segunda parada del viaje.

Köln Hauptbahnhof

Partimos desde Colonia, subidos en un moderno tren alemán (Bahn) que en apenas 2 horas y media y 24 € nos llevaría a una de las ciudades más interesantes de Europa. Moverse en tren por esta zona de Europa es la mejor opción, ya que los precios no son tan altos, y las conexiones son buenísimas. Estaría bien que en España tomaran ejemplo.

Llegaríamos a Ámsterdam de la mejor manera que se puede hacer, a través de la Estación Central, una de las estaciones más bonitas de Europa. Te bajas del tren, cruzas el hall de la estación y tachán, Ámsterdam a tus pies: bicicletas, tranvías y todo el buen rollo que desprende esta ciudad.

Llegamos sobre las 1 y decidimos ir directo a nuestro hostel. Alojarse en Ámsterdam es complicado y no por falta de oferta. Los hoteles suelen ser muy caros y los hostels suelen estar metidos en medio de la juerga y dejan mucho que desear. La elección fue difícil pero nos decidimos por el Hostel Van Gogh, que en realidad era un hotel al que han habilitado una parte como hostel. Lo tenía todo: limpio, moderno, buenos baños y lo mejor la ubicación, justo al lado del museo Van Gogh, en pleno Museumplein.

Ya estaba todo listo para patear la ciudad.

Con el estómago vacío, que mejor plan que darnos un lujazo e ir a comer a un selecto restaurante de 3 estrellas michelín…

Qué no!!! Qué es broma!! Fuimos de picnic al pulmón verde de la ciudad, el Vondelpark que lo teníamos justo a dos calles paralelas. Un kebab con patatillas y a mezclarnos con el ambiente holandés.

Vondelpark

Este pulmón verde de 45 hectáreas es el patio de recreo de Ámsterdam y podrás ver a gente tumbada de relax, parejitas bien acurrucaditas, otros tantos haciendo deporte y como no, los grupos de amigos en círculo con una buena humareda alrededor. This is Amsterdam.

Con el buen tiempo, a los locales les falta tiempo para venirse al parque a la caza de los ansiados rayos de Sol, pero ojo, aquí sale el Sol y en 10 minutos tienes encima una buena nubecita que te arruina el solárium, así que ponte cerca de un buen árbol.

Ya comidos tocaba ponerse en pie, dimos una pequeña vuelta por el parque pero dejamos gran parte de ello para cuando alquilásemos la bicicleta. ¡¡Jah!! Qué ingenuos nosotros, ya os adelanto que no hubo bicicleta y se cumple el refrán de «no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy».

Pusimos rumbo a la Plaza Dam, el punto de encuentro de la ciudad.

Si te quieres ambientar un poco, dale al play:

Pasarás por ella más de una vez, siempre repleta de artistas callejeros deleitando con sus espectáculos a los turistas que se dejan caer por aquí, los tranvías pasando cada segundo y cientos de personas con sus compras de aquí para allá.

La plaza está presidida por Koninklijk Paleis (Palacio Real), pero no esperes ver a la realeza, ya que solo la usan para los acontecimientos importantes; y justo al lado está la Nieuwe Kerk (Iglesia Nueva) que es la que le da el nombre a esta parte de la ciudad. Enfrente el Monumento Nacional en honor a las víctima de la II Guerra Mundial.

Desde esta plaza todo queda cerca, así que puedes ir andando a cualquier punto del centro de la ciudad. Dirigiéndonos hacia el Oeste, nos adentramos una de las zonas más bonitas y pintorescas de la ciudad, el famoso barrio de Jordaan.

Este barrio de origen obrero y que está en el margen occidental del cinturón de canales, es considerado como el barrio bohemio. Sus pequeñas calles laberínticas; sus recónditos jardines; pequeños cafés o tiendas de antigüedades; y cómo no, sus canales, lo hace perfecto para pasear y perderse en él.

El Bloemgracht, uno de los canales del barrio, es sin duda uno de los más bonitos de la ciudad. ¿Os gustaría tener una casita aquí?

A parte del barrio, no os podéis perder la Westerkerk (Iglesia del Oeste) o la casa de Anne Frank (una de las visitas imprescindibles).

De la casa ya hablaremos más adelante, lo que sí, con el buen tiempo que hacía, no se podía desaprovechar tener una vista de pájaro desde la torre de la Westerkerk.

Cogimos para el último pase del día,  así tendríamos el atardecer desde allí arriba y como faltaba un ratillo, nada mejor que sentarse al borde del canal y disfrutar del paisaje. El Sol iba cayendo, ocultándose detrás de las pintorescas casas. Puro lujo.

Era la hora de subir, hay que decir que la subida no es apta para claustrofóbicos, dividida en varias fases en el que te cuentan un poco la historia de la iglesia y lo que significa para la ciudad. Las escaleras son tan verticales que hace falta ayudarse de una cuerda. Las vistas son geniales y según las opiniones de otros viajeros, desde aquí se tiene la mejor vista de la ciudad. ¿Qué opináis?

Después de flipar con la panorámica y con la noche ya cayendo, era turno de ver la otra cara de Ámsterdam, la que tristemente se le suele atribuir: drogas y prostitución. Si hay un lugar que mejor represente esto, es el Barrio Rojo (Red Light District).

Me limité a respetar y no hice fotos a los escaparates (además de que se la juega uno a que te echen la cámara al canal) pero os podéis imaginar el plantel. Son varias calles principales y sus respectivos callejones (de apenas varios metros de ancho) que se cruzan. Todo es monotemático: escaparates con las prostitutas, sex-shops y coffeeshops, con montón de turistas, despedidas de solteros y mucha gente un poco pasada de vueltas.

¿Pero cómo es posible que todo esto sea legal?

El concepto es sencillo, si en lugar de prohibir y perseguirlo, se normaliza, se regula y se combina con algo de educación, se consigue evitar la criminalización del sector. En cierta manera lo logran, hasta tal punto que los neerlandeses consumen mucha menos drogas que la mayoría del resto de países europeos. Pero tiene un precio, la imagen de la ciudad, que ha pasado a convertirse en una especie de parque de atracciones del sexo y las drogas.

No obstante, el barrio hay que verlo, sobre todo de noche, no te dejará indiferente.

Red Light District

Después de cenar, llegaba mi parte favorita: recorrer la ciudad, trípode en mano, para fotografiarla de noche. Es cuando uno disfruta más de la fotografía, por lo menos para mí, jugando con las largas exposiciones y esperando a que un coche, bici o barco pase delante de mi cámara dejando su estela de luz inmortalizada en la foto.

Ámsterdam, con tanta agua y tanto edificio antiguo, da mucho, mucho juego.

Si había una foto que tenía en mente antes de partir de Málaga era la del cruce de los canales Reguliersgraht y Keizersgracht, aunque no es el único cruce, ya que tanto el Reguliersgracht como el Leidsegracht se cruzan con el Grachtengordel (Cinturón de Canales). Prácticamente son todos iguales de bonitos.

Este cinturón de canales, construido en el «Siglo de Oro» (XVII), bordea el centro de la ciudad como si la estuviese «abrigando». Declarado patrimonio de la humanidad, forma parte de esos lugares que tienes que ver antes de morir. Cruzamos todo el cinturón hasta llegar a las puertas del Rijksmuseum, uno de los museos más grandes del mundo, evidentemente ya cerrado.

Justo al pasar por debajo de él, te topas con el famoso «I amsterdam», lugar de «postureo» de la ciudad. Tienes que hacerte una foto aquí si o si. ¿Por qué? Porque mola, sin más 🙂

Nuestro hostel estaba en esta misma plaza, así que ya el día no daba para más. Era la hora de descansar para el día 3 de nuestro viaje.

Más: Galería completa de fotos.

Para ubicarte:

 

 

5 comentarios en “Ámsterdam (I)

  1. Margarita del Moral moreno 2 noviembre, 2015 — 9:36 pm

    La verdad que como lo has explicado dan ganas de ir. Algún día iré

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  2. Que preciosos recuerdos que siempre quedarán con nosotros. Para mi es una ciudad que como dice David es indescriptible, única, inigualable… Por mucho que intentemos definirla, fotografiarla y explicar paso a paso lo que vivimos, hasta que no estás en ella no te das cuenta de lo espectacular que llega a ser.

    Una de las mejores experiencias de mi vida.🙌

    Gracias David por hacerla posible. 😘

    Le gusta a 1 persona

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